¿De quién es la culpa de que la RSE no haya funcionado?


(Publicado en Ágora. Agosto 2017. Enlace)

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Fuente: http://www.anticapitalistes.net/spip.php?article7025

He estado siguiendo el debate entre Antonio Vives y Gonzalo Fernández, en relación a un artículo de este último titulado La que se avecina: Un capitalismo (aún) más salvaje, y la primera y segunda respuestas de Vives. Pretendo aclarar algún punto que se ha tratado y abrir, en la medida de lo posible, un nuevo debate. Dado que las entradas no deben ser excesivamente largas, dividiré mi argumentación en varios articulillos.

En el artículo originario, Fernández (OMAL) hace una reflexión sobre el posible devenir de nuestro mundo ante la dualidad hegemónica que parece estar  batallando: el statu quo, todo va bien profundicemos en lo que hemos hecho hasta ahora, y, el extremismo fascista, de aquellos que pretenden capturar “la máxima ganancia posible para los capitales nacionales propios bajo la premisa de guerra económica y geopolítica entre bloques regionales, por el otro”, afirma el autor. Esta batalla en el discurso hegemónico se ha apreciado claramente en las últimas elecciones en los EE.UU., Francia, el referéndum del Brexit, etc. en las que han ido ganando diferentes bloques.

El mismo autor concluye con lo que opina serán las claves que determinarán nuestro futuro más próximo y sobre las que Vives debería haber contra-argumentado de manera más serena y sin denotar cierto dogmatismo, que a la vez parece criticar. Algunos errores en el texto, como confundir anticapitalismo y anti-empresa, así como confundir comunismo con intervención estatal, entre otros. Algunos de ellos comentaré y habrá que hacerlo con ciertos argumentos con un sesgo ideológico (que no me parece mal, pues hablamos de Economía) pero que el propio Vives considera como malo en el caso del sesgo ideológico de Fernández.

Para empezar, lo vamos a hacer con algunas inexactitudes que no son más que consecuencia de la simplificación de ciertos conceptos. Es importante señalarlos porque desvirtúan el debate posterior.

Primero, debería el autor ser más estricto cuando habla de anticapitalismo y antiempresa. No tienen nada que ver, absolutamente nada. Echar la culpa a la empresa sería como hacerlo a un coche por correr mucho. No sólo eso. ¿No existían empresas antes de la aparición del Capitalismo? ¿No existían empresas en el Bloque Soviético? ¿No existen en Cuba? Quienes consideran que el Capitalismo es un sistema salvaje no echan la culpa a las empresas sino, más bien, a los propios mecanismos que el sistema utiliza para reproducirse. Es la necesaria acumulación de capital para la reproducción del sistema la que le acabará perjudicando.

Segundo, le sucede lo mismo cuando asemeja el Comunismo con la participación del Estado. Diríamos, siguiendo a Marx, que el Comunismo es una fase más avanzada en la que no existe el Estado ni tampoco clases sociales. De estas aclaraciones resulta evidente que no encontramos ningún ejemplo que se acerque al 100% con lo que Marx esperaba que fuese, como sucede con el Capitalismo. Tanto cuando hablamos de un sistema como de otro estamos hablando hipotéticamente pues la realidad no ha mostrado jamás ninguno de ellos de manera exacta. Afirmar que Cuba o Corea del Norte son socialistas se debe basar, solamente, en que la propiedad de los medios de producción es del Estado y que el Gobierno es una dictadura, aunque no del Proletariado.

Entrando ya en los contraargumentos que aporta Vives a las conclusiones del artículo de Fernández, nos centraremos en este artículo en el primero de ellos y que tiene que ver con el tamaño de las multinacionales.

Vives considera que es un error comparar PIB de una economía con la cifra de ventas de una empresa. Para su argumentación, también para hablar del poder, utiliza un texto de apoyo bastante pobre y sesgado ideológicamente, lo que acaba trasladándose a su primera respuesta.

«El primer argumento sobre el poder de las empresas repite un error, muy común entre los detractores de las empresas, y es el de exagerar su poder.  Dice, por ejemplo, que “69 de las mayores entidades del mundo son empresas y solo 31 son estados”.  Esta aseveración está basada en la comparación entre las ventas (ingresos) de las empresas con el Producto Interno Bruto, PIB, de los países, que representa el valor agregado por la economía.

Comparan peras con manzanas.  Debemos comparar cosas comparables, ventas con ventas o valor agregado con valor agregado. Como los países no tienen “ventas”, se deben comparar los valores agregados por la actividad de las empresas, de lo contrario habría doble conteo can las actividades de sus suplidores de insumos.  Aún a pesar de las grandes dificultades estadísticas en determinar el valor agregado de las empresas [1], si se hace la comparación correcta entre estos valores y el PIB de los países sólo dos de las 50 economías más grandes son empresas.  WalMart, por ejemplo, sería una octava parte de España, un poco más de la mitad de Venezuela y de un tamaño equivalente a Chile. [2]»  Vives (2017-1)

Empecemos con un poco de teoría. En una economía, de manera resumida, existen tres variables críticas que debemos medir para conocer su estado de salud:

  • La cantidad de producción y su evolución, porque es bien sabido que vamos a suponer que más es mejor según la ideología dominante (no entro en las contradicciones del supuesto).
  • El nivel de precios de una economía. Sabemos que los precios son los indicadores que nos dan señales de cómo está el mercado de un determinado bien, pero a la vez, y tras su agregación, de las señales que emite una economía.
  • El nivel de ocupación de los factores. ¿Estamos produciendo usando todos los factores o estamos desaprovechando algunos?

Estas variables no son observables directamente y para obtener unas aproximaciones nos hemos inventado los indicadores. Evidentemente los indicadores son «algo parecido a…» pero se da por sentado que no sean «igual a…». Es, por tanto, consecuente pensar que cada indicador tiene sus pros y sus contras, y que teniendo esto en cuenta, no podemos descartar un indicador por sus contras, al menos, sin argumentar sus ventajas respecto a otros. Por ejemplo, el IPC y el deflactor del PIB tienen ambos sus ventajas e inconvenientes, lo importante es que se especifique cómo se ha calculado el nivel de precios de una economía.

Definamos que entendemos por PIB:

El PIB mide el valor monetario de los bienes y servicios finales —es decir, los que adquiere el consumidor final— producidos por un país en un período determinado (por ejemplo, un trimestre o un año), y cuenta todo el producto generado dentro de las fronteras. Abarca los bienes y servicios producidos para la venta en el mercado, pero incluye también otros, como los servicios de defensa y educación suministrados por el gobierno. (Fuente¿Qué es el producto interno bruto?

¿Comparamos peras con manzanas? En mi opinión, cuando comparamos empresas con economías no pretendemos convertir a estas últimas en las primeras, sino más bien al revés. Y no es cuestión baladí, porque entendiendo este cambio de perspectiva nos permitirá hacer unas suposiciones que nos facilitarán la comprensión del siguiente argumento.

Cuando se habla de tamaño de una economía se acostumbra a usar el PIB como un indicador. Si cogemos cualquier artículo en el que hablemos de potencias mundiales siempre aparecerá el PIB como un indicador. Lean, por ejemplo, este artículo de la web del World Economic Forum titulado Las 10 mayores economías del mundo. Cuando hablamos de tamaño de empresa utilizamos, también, diversos indicadores como son el volumen de activos, número de trabajadores y la cifra de negocios. Después de definir el PIB entenderán que el indicador más próximo a este es el de cifra de negocios. No son indicadores iguales pero muestran, en términos monetarios (se puede comparar), el tamaño de dos entidades diferentes. Tras haber definido el PIB pienso que la argumentación es más fácil de seguir: comparamos el valor monetario de los bienes y/o servicios finales producidos (y vendidos) por una empresa con los que se han producido (y vendido) en una economía.

A modo de conclusión, comparar el PIB de una economía con la facturación de una empresa, no es estrictamente correcto, pero sí que nos es útil y teóricamente, aceptable. Sería como comparar peras conferencia con las blanquillas, comparables en parte.

 

 

Fuentes:

Fernández, G. (2017): La que se avecina: Un capitalismo (aún) más salvaje. Repensando nuestro modelo de sociedad y de economía. Dossieres EsF n.º26, Verano 2017.

Vives, A. (2017): ¿De quién es la culpa si el capitalismo no funciona? Primera Parte: ¿Hacia un capitalismo (más) salvaje? ÁgoraRSC.

Vives, A. (2017): ¿De quién es la culpa si el capitalismo no funciona? Segunda Parte: ¿Hacia un capitalismo (más) salvaje? ÁgoraRSC.

Gray, A. (2017): Las 10 mayores economías del mundo. World Economic Forum.

Harnercker, M. (1979): Socialismo y Comunismo. Cuadernos Nº 7 de la serie: Cuadernos de Educación Popular: ¿Qué es el socialismo?

De Grauwe, P. y Camerman, P., (2003), Are multinationals bigger than nations? World Economics, Vol. 4, No. 2, abril-junio 2003, pgs. 23-37

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