Sobre sesgos cognitivos.


 

cognitive hazard«Sesgo cognitivo, prejuicio cognitivo o predisposición cognitiva son expresiones usadas para describir alteraciones en la mente humana que son moderadamente difíciles de eliminar y que llevan a una distorsión de la percepción, a una distorsión cognitiva, a un juicio impreciso o a una interpretación ilógica.

Se trata de un conjunto de fenómenos, en general, estudiados por la psicología cognitiva, todos con soporte empírico, y no se deben confundir con lo que comúnmente se entiende como «prejuicio». Así, mientras un prejuicio social (por ejemplo, cualquier forma de sexismo) se atribuye a un apasionamiento subjetivo y consciente a favor o en contra de algo sin que existan argumentos suficientes para sustentar esta posición (en tal caso, más bien, objeto de estudio de la ética), un prejuicio cognitivo es un fenómeno psicológico principalmente involuntario que sesga el procesamiento de la información (como la tendencia inconsciente y generalizada a entender un precio de $999 como inferior a $1000, cuando la diferencia es prácticamente irrelevante a la hora de pagar). Se trata de tendencias y comportamientos inconscientes que nos condicionan al intentar analizar la realidad.»
(Wikipedia)

Es que prefiero hablar de sesgos cognitivos antes que de simples prejuicios. No puedo creer que personas con tal nivel académico y profesional tengan prejuicios sobre ciertos temas y que además, los pongan de manifiesto de manera tan clara.
Dicho esto, empiezo.
Me gusta, y ya lo he contado alguna que otra vez, cuando tengo una «opinión» contrastarla con las opuestas, pues así le da fuerza, o bien la descarto. En algunas ocasiones, cuando no me resulta fácil contrastarla utilizo twitter (en la mayoría de las veces) para ver si alguien me lleva la contraria y así, poder mejorar mi opinión, o, como he dicho, descartarla.
Por mi trabajo, me «enfrento» todos los días a adolescentes o jóvenes que tienden a cuestionar todo lo que su profesor le dice. Quizás este sea el motivo por el que entrene los debates hasta fuera del aula. Siguiendo la Pedagogía de la Liberación de Paolo Freire, si un maestro se desprende de su coraza y acompaña en el aprendizaje a sus alumnos, al final, todos aprenden de cada viaje pedagógico.
Aunque parece que este tipo de comportamientos se van perdiendo con la edad. Supongo que consecuencia de una vida llena de conocimientos y aprendizajes, llega un momento en el que uno se planta, y ya.
Pero claro, depende de quien se plante, sobre que tema, se debe exigir cierta demostración de algo más que una simple opinión. Si alguien desde su medio personal lanza frases huecas de argumentación y las pretende revestir de verdad científica, debe, al menos, esperar alguna crítica. Pero si las frases se lanzan desde una plataforma que pertenece a una organización, las críticas se pueden volver en contra de la propia organización.
El tema de los «sindicatos» parece especial, y no he visto que aparezca como sesgo cognitivo particular, y debería. Tanto en la economía, más general, como en la propia RSE existe cierto tufillo a algún tipo de problema psicológico con estas organizaciones. Antes de continuar y para que no haya equivocaciones no pretendo defender a los sindicatos, que para eso ya están ellos, sino más bien poner de manifiesto mi preocupación, que está puesta en la gente que no los quiere ni ver. De la misma forma, hay gente que considera que lo que hacen las empresas está todo mal hecho. El profundo desconocimiento que evidencia tal postura no merece una réplica. Y desde mi más sincero respeto considero estas muestras como pequeñas manchas que ensucian, en algunos casos, un largo historial impoluto.

Contruir una serie de entradas para criticar al sindicato, no por las propuestas que hacen, sino por ser sindicato-organización, está muy lejos de considerarse respetable. O argumentar que las críticas sindicales sobre un tema no son legítimas, porque «ya ves tú ellos que hacen», como argumento deja bastante que desear.

Miren por ejemplo esta entrada sobre si las subidas salariales deben ir indexadas con el IPC o no. Claramente, está vacía de argumentos y está construida como una crítica a la función sindical, no sus efectos sobre la empresa, sino sobre los propios trabajadores. Acaba la entrada lanzando una cuestión: «¿quién representa a esos “outsiders”, como se les llama en la economía laboral, en las negociaciones sobre la subida de salarios y el IPC?»
Durante la misma semana en el blog de Economistas Frente a la Crisis se publicaba la siguiente entrada titulada «Los mitos del mercado de trabajo español» que, casualidades de la vida, vendría a desmontar, con datos, toda la floja argumentación del anterior ejemplo.

En cuanto al «y tú más» en materia de sostenibilidad y RSE, parece ser que se nos olvida una cosa, en mi opinión, muy importante. Las empresas se sumergen en el mundo de la sostenibilidad por una crisis en su legitimidad. Desastres medioambientales como Bhopal, el Exxon Valdez, entre otros pusieron al medio ambiente y a las empresas en un mismo saco. En materia laboral, casos de esclavitud y muertes, como la de Rana Plaza en Bangladesh, hace que las empresas sean cuestionadas y «obliga» a estas a demostrar que actúan de manera «socialmente responsable» con los trabajadores. Algunos lo han venido a llamar pro-actividad, otros preferimos verlo como una forma de dominar el discurso. ¿Qué tienen que ver los sindicatos en esto? ¿Por qué tienen que legitimarse de la misma forma que las empresas? En España, a los sindicatos se les otorga legitimidad a través de la Constitución, pero además, se les vota en elecciones por aquellos a quienes representan (asalariados), si lo hacen mal pierden representatividad y por tanto, legitimidad. Y lo que es peor, llevar el debate al terreno de «las empresas lo hacen mal, pero, ¿qué hacen los sindicatos?» no permite avanzar en la solución de los problemas.

Decía Adela Cortina en el prólogo de un libro que leí que ante un fenómeno como la Globalización estaban los TINA (there is no alternative), por tanto no podemos estar ni a favor ni en contra, para qué. Después venían los de la enmienda a la totalidad, que nada de la Globalización era positivo, pero sin proponer una salida al proceso. Pero en un último grupo nos encontrábamos al autor del libro (un tal Gabino Izquierdo) que destacaba aquello que no le gustaba del proceso globalizador, pero además, proporcionaba unas posibles soluciones. Este último caso permitía el avanzar en la resolución del problema, esto es, el progreso. Estar a favor o en contra está muy bien, pero hay que utilizar una parte de esta energía a buscar soluciones a aquello que no nos gusta.

No olvidemos que si queremos avanzar y construir un futuro más sostenible nos tendremos que liberar de ciertos prejuicios, o, si es el caso, tratar ciertos sesgos cognitivos. Debatamos sobre las propuestas y no sobre quien la tiene más … Uy, aquí lo dejo.

2012-02-19-efecto-halo2

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