Pablo Iglesias. Redes sociales, odio y síndrome de Estigia.


La aparición de las redes sociales ha supuesto toda una fuente de ejemplos de comportamientos que cualquier persona diestra en psicología podría fácilmente diagnosticar. No soy ningún conocedor de esta ciencia estudiosa de los procesos mentales, al menos como técnico, aunque como paciente es otro cantar.

Algunas de las redes sociales muestran lo que Galeano llamó “la cultura del envase”. Una felicidad impostada que esconde verdaderas podredumbres mentales, familiares y sociales. ¡Cuánto amor hay en Instagram! ¡Menudos cuerpazos! ¡Qué viajes más idílicos! Todo ha sustituido a la verdadera e inquebrantable red social que era la vecindad. Aún recuerdo con especial añoranza la sencillez de los hogares, abiertos a toda persona que formaba parte de aquella familia ampliada que conformábamos las gentes que convivíamos en casas separadas por paredes, pero con las puertas abiertas de par en par. No necesitábamos aparentar nada porque lo sabíamos todo. Nuestra tristeza, nuestras preocupaciones y, por supuesto, nuestras alegrías. Como canta la Habitación Roja en “Algo de verdad”:

Todos súper conectados
Atrapados en la red
Sabes lo que ha pasado
En todas partes pero aquí

Que hay del llanto que se escucha
Al otro lado de este muro
Lleva tanto sucediendo
Y nunca repares tener

Otro hecho importante ha sido la aparición de Podemos como partido-movimiento que canalizó el descontento social después del 15M del 2011. Esta formación removió el tablero del Régimen del 78 de manera sustancial lo que provocó la reacción de todo el sistema, no sólo del Bipartidismo, sino también de los agentes sociales y una parte de la izquierda que vio, primero, una tabla de salvación para, después, intentar eliminarlos y así volver a la “tranquilidad” del propio sistema. La vida de Podemos no se entiende sin el desarrollo de las redes sociales, para bien y para mal. Los ataques de los reaccionarios han consistido en la deshumanización de quienes eran las caras visibles de esta organización y, por tanto, material para quemar en la hoguera sin ningún tipo de remordimiento. Aunque no ha sido el único, quizás la figura que ha sufrido más directamente esta estrategia ha sido la de Pablo Iglesias.

A esta persona se le ha llamado “El Chepas”, “El Coletas”, machista, entre otros, como “matón” que le llamó Olona. Este hecho siempre me ha llamado la atención, porque a otros políticos jamás se había llegado al insulto personal ni a la persecución de una persona en ámbitos bien distintos a la acción política como se ha hecho con Iglesias. Evidentemente, se pretende que todo lo que les está pasando actúe como algo ejemplarizante para el próximo o próxima que ose molestar al statu quo.

Una vez llegados a este punto, como militante de izquierda más que de partido, quiero manifestar mi más profunda indignación con esas personas que se dicen de izquierda pero que bien, o no lo son, o bien, se han asustado de la virulenta reacción de los poderes, que han emprendido ese camino abierto, en este orden, por el poder, extrema derecha, derecha, bipartidismo y sus adláteres, y quienes se subieron a la tabla de salvación podemita en su momento para luego pretender quemarla, e intentan machacar a la persona Iglesias convirtiéndolo en un simple saco de boxeo sobre el que descargar sus frustraciones. Todo lo que está sucediendo no deja de ser una muestra real de la historia de la izquierda española del último siglo. Claro que perdimos la Guerra y, por supuesto, la Revolución.

Hay quien dice ser de izquierda pero no sabe por donde queda. Fuente: https://ellibre.es/wp-content/uploads/2020/08/izqda-y-derecha-02.jpg

En las redes sociales lo que uno escribe va dirigido a un grupo de personas que, en principio, es más grande que al que nos dirigiríamos en carne y hueso. Además, el hecho de expresar algo escrito requiere, aunque a veces no lo parezca, un proceso de reflexión previa. En no pocas ocasiones, un simple me gusta se transforma en combustible para el Ego del narcisista. Pero mi más grande preocupación es la gran cantidad de odio que muestran no pocas personas hacia otras que, en el mejor de los casos, las han visto de lejos o, simplemente, en televisión.

El odio no es solo una muestra de antipatía hacia alguien o algo, sino que requiere un grado más que es desearle el mal al odiado. ¿Quién en su sano juicio le puede desear el mal a Pablo Iglesias si ni lo ha conocido ni intercambiado unas palabras con esa persona? Con la inauguración de la Taberna Garibaldi volvemos a ver a toda una recua de seguidores de Narciso analizando desde la distancia el negocio de quien fue vicepresidente de un Gobierno que renunció a cruzar alguna de las puertas giratorias que le hubieran asegurado una vida más fácil para él y su familia. Que si el nombre, que si la carta, que si los precios, cualquier cosa sirve con tal de continuar descargando la mierda que encierran en su interior recubierta con “el envase” narcisista. Algunos dirán que se lo ha buscado él mismo, pero nadie ha pensado lo mismo con Casado, González, Aznar, Rajoy y tantos otros políticos que han impactado en la vida de mucha gente.

Captura de pantalla del 25/03/2024 a las 11:36 sobre Taberna Garibaldi.

Para la izquierda debería ser un ejemplo el político que, después de abandonar la política institucional, ha vuelto a lo que hacía previamente, esto es, universidad y medios de comunicación. Pero, además, pretende intentarlo en un sector de los más criticados por la izquierda como es el de la hostelería. ¿De verdad se merece ese odio?

La única explicación que encuentro es que Iglesias pone ante un espejo a quienes abanderaban esa izquierda “a la izquierda del PSOE” y que, en definitiva, no eran más que aspirantes al mangoneo típico del bipartidismo. No pongo nombres que después se enfadan, pero haberlos haylos.

Y parta terminar esta reflexión, una cuestión que me preocupa. ¿Cómo es posible que ciertas personas acaben soltando tantas barbaridades en textos y publicaciones pretendidamente serias? Pues bien. Después de mucho investigar, la psicología le ha puesto nombre: el síndrome de Estigia. Y es que la mitología griega ha sido siempre una fuente para esta ciencia.

Estigia, del artista mexicano Antonio García Vega. Fuente: Wikipedia.

¿Alguien elegiría compañeros de lucha a los que sufren este síndrome? Evidentemente, no. Pero menos siendo de izquierda con voluntad de transformación. ¿Quién va a exponer su vida personal cuando ante el primer contratiempo tus supuestos compañeros te van a poner a los pies de los caballos? Y en esta situación se encuentra la izquierda en España. Una era en la que el insulto personal y las emociones más básicas campan a sus anchas y, donde la clase trabajadora, no puede encontrar un espacio de esperanza donde proyectar un futuro mejor. Así nos va.

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