
Hace unas horas he salido a comprar para la semana y he vuelto asustado a casa. Ha sido abrir un poco las restricciones y se han llenado las calles, parques, centros comerciales y terrazas en Castelló de la Plana. Pero es que por la mañana he salido con la bici y el espectáculo era dantesco (lo de Piqueras sí que es dantesco, pobre, aguantar el paso desde Sálvame) por otras poblaciones por las que he pasado.
Es más que probable que mi visión de las cosas esté condicionada por mi salud mental y mi personalidad. No lo descarto. Pero, si bien soy una persona de riesgo alto y si, también, mi madre lo es, siento que no nos va a pasar nada con la enfermedad esta de la COVID-19 aunque me desespera la inconsciencia social ante las consecuencias de nuestros actos y la posibilidad de salir antes de este atolladero en el que andamos metidos. Lo interpreto como los atascos que se producen en carreteras de dos carriles por sentido, cuando los que parecen tener más prisa que nadie son los que están retrasando a todo el mundo adelantando por la izquierda. Pensadlo.
Adam Smith afirmaba que el comportamiento individual y egoísta era la mejor forma de obtener un óptimo social, pero en estos casos como el actual, nos deberíamos ceñir a lo que nos explicó John Nash en su equilibrio: En algunas circunstancias es mejor colaborar y buscar un «second best» en el que todos mejoremos y no tanto pensar en nuestro bienestar individual que nos puede llevar a una hecatombe. Y sí, por egoísmo.
Con todo, y si pensamos en que esta pesadilla está cerca del principio del fin, deberíamos pensar más en cómo vamos a salir y menos en nuestra satisfacción inmediata. La era post-covid no la veo con demasiado optimismo, el yo, yo mismo y mi, no es que no ha desaparecido es que se ha acentuado. Si tu comportamiento está provocando (ya sé que no es directa la causalidad) un retraso en la salida y un incremento grandísimo del coste social, después, continuarás exigiendo que hay de lo tuyo y es muy probable que no quede mucho que darte.
Empecemos con la evolución del desempleo. El paro registrado del mes de febrero del 2021 ha ascendido a la cifra psicológica de los 4 millones de desempleados.

Podremos apreciar como desde que ha empezado la crisis el número de personas inscritas se ha incrementado en cerca de 750.000. Pero si tenemos en cuenta que cerca de 900.000 están en ERTE la cifra personas personas que no están trabajando sería de cerca de 5 millones.

Los ERTES tienen como objetivo último mantener capital humano y evitar por una parte un desempleo innecesario y, por otra, evitar los costes empresariales de reemplazo cuando la situación se aclare. El coste de esta medida es brutal:
La dimensión del problema es aún mayor de la que se puede apreciar en estos datos si tenemos en cuenta que hay personas sin trabajo que al hacerlo en B no aparecen en estas estadísticas, pero también, existen trabajadores que no están en paro pero que están subempleados, menor tiempo menor salario.
La lentitud a la hora de aprobar ayudas directas a las empresas puede provocar el cese de actividad de algunas de ellas. La CEOE está pidiendo que se levanten las restricciones al despido a empresas que hayan recibido ayudas COVID. Cuando el río suena…
La gente está confiando en el rebote. Lo vemos como un volver a la normalidad de golpe, como si nada hubiera pasado. Ya os digo que no va a ser así. Las ayudas europeas (y menos mal que las tenemos) pueden amortiguar el golpe, pero no son la panacea. Las condiciones que conllevan van a suponer, de facto, la desaparición de ciertos empleos y sí, la aparición de nuevos. Si no entendemos que esta suma cero (que ya sé que no es tal) no es pierdes tu trabajo y te sale otro a ti mismo, no vamos a asumir lo que nos viene.
Sólo deseo que esta autonomía en el disfrute individual no se transforme en un grito exigiendo ayudas a posteriori. La deuda actual, si bien es necesaria, no debe alargarse demasiado en el tiempo. Nadie nos asegura que dentro de un tiempo no nos encontremos en una situación similar y el margen de acción esté comprometido por las ayudas actuales. Nuestros hijos no deberán ser rehenes de nuestra irresponsabilidad.
Para concluir, simplemente exigir a los dirigentes políticos coherencia y claridad. Generar unas expectativas que luego no se pueden cumplir acaba afectando a las personas en general, pero en particular a aquellas que están siguiendo las reglas a rajatabla. Aquellos que se benefician de ciertas medidas políticas deben ser conscientes de que lo son por el momento y por decisión de quien nos dirige. En cualquier momento, esta situación puede cambiar a bien, pero también a peor.
No entiendo las ganas de celebración incontrolable de tantos.