Escrache, PAH y cambio.


 

No cabe duda   que vivimos momentos difíciles consecuencia de una crisis financiera mutante que, en países con una estructura democrática deficiente, ha evolucionado a una crisis social.

Se ha puesto de manifiesto que las instituciones, que deberían servir de representación de las diferentes voluntades de una sociedad, no son fuertes y no funcionan.  La Monarquía, partidos políticos, sindicatos, no sirven como canalizadores de opinión, y las elecciones cada cuatro años, hoy, son insuficientes. Por ello, la democracia funciona ineficientemente, pues los ciudadanos no expresan sus disconformidades a través de los canales adecuados. Es en este momento cuando muchos de los asuntos  pasan a judicializarse. No es normal, en una sociedad desarrollada, que los juzgados tengan que resolver discrepancias sobre el matrimonio homosexual, territorialidad, impuestos, pensiones, etc. Como dice José Antonio Martín Pallín: la Justicia es como la cirugía, sólo debe actuar en casos graves. Y aquí nos encontramos hoy, todo requiere cirugía, y NO ES LÓGICO.
Actualmente los ciudadanos perciben que la Justicia no es justa en casos como las preferentes y en los desahucios.  Ya no existe institución del aparato estatal que sirva al pueblo. La sabiduría popular lo dice bien claro no te encierres con un gato en una habitación. En casos anteriores, léase reforma laboral, recortes sanidad y educación, impuestos, la gente ha expresado su enfado, indignación e, incluso, con pesimismo y sabiendo sus pocas posibilidades de éxito. Muchas de estas manifestaciones se han desarrollado por sectores de actividad o estratos de población, por lo que han sido fáciles de controlar por el poder. Pero tanto los desahucios como las preferentes tienen un nexo común, la transversalidad social. No existe un prototipo de afectado, cualquiera lo somos o podemos serlo. Esta transversalidad provoca que desaparezca la posibilidad de atomización de la protesta, es contra el pueblo. Además, sobretodo en los desahucios, existe un pegamento que puede ser necesario para que las protestas tengan éxito, un sentimiento de solidaridad.
Las protestas no han surgido espontáneamente, llevan años canalizándose y frenándose a través de las organizaciones correspondientes.  Quizás, la más conocida, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y su cara más visible, Ada Colau. Es un movimiento social que sobrepasa a las instituciones formales de la democracia, con gran capacidad de movilización (transversalidad y 2.0) y con legitimidad suficiente. Mediante su trabajo barrio a barrio ha permitido formar un movimiento compacto, no jerarquizado, que hace difícil su control (también sucedió con el 15M).
 
 
Resumiendo tenemos:
– Crisis económica y social.
– Instituciones democráticas sin legitimidad.
– Justicia injusta.
– Sentimiento transversal de injusticia.
– PAH como compactador del sentimiento.
– Movimiento democrático, no jerarquizado.
 
Con todo nos encontramos con algo que el sistema no preveía y que si consigue establecer vínculos con otros movimientos sociales (véase 15M) y aprovecharse de las infraestructuras de movimiento críticos con el sistema pueden tener un éxito sin precedentes en Europa.
No olviden que el neoliberalismo pretende, según Pierre Bordieu, la «destrucción metódica de los colectivos y lo colectivo», pero ¿qué sucede si lo colectivo se revuelve? Lo veremos. 
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