Varios motivos deben considerarse para entender la actual crisis que vive el antes envidiado mundo Occidental. Uno de ellos es la deslocalización de los procesos de producción de bienes por parte de las grandes corporaciones.
Las empresas en su incesante búsqueda de una mayor «eficiencia» han dividido sus procesos productivos en fases que se subcontratan a empresas situadas en países en los que los bajos salarios, así como la falta de regulación laboral y medioambiental, permiten unos costes de producción muy bajos.
Si consideramos que las externalidades producidas por esos procesos no son considerados en los costes de producción observamos como esos productos llegan a nuestras tiendas a precios suficientemente bajos y a la vez, rentables, para nuestro consumo.
Cada vez es más común que las políticas de RSE que las grandes empresas aplican en nuestros países, le sean exigidas a sus proveedores en las distintas fases productivas. Un buen control de la Cadena de Suministro y del cumplimiento de unos estándares en materia laboral y medioambiental, permite que las grandes empresas puedan ejercer un control sobre comportamientos que escapan a las regulaciones más restrictivas de los países más avanzados.
Pero, ¿es esto suficiente? ¿Se puede, simplemente, confiar en la buena voluntad de estas corporaciones? En mi opinión, falta una parte muy importante de control y corresponde a los consumidores. Nos deberíamos preguntar ante cualquier producto, ¿cuánto ha costado en términos sociales y medioambientales? ¿Habría soportado yo estas condiciones?
Una política responsable de control de la cadena de aprovisionamiento debe reforzarse con un consumo responsable para extender todo su potencial.
Adjunto un documental que el sábado por la noche emitieron en RTVE, en La2, sobre las condiciones que deben soportar los fabricantes de productos textiles en China, India, Bangladesh, para que seamos conscientes que lo que no queramos para nosotros no lo permitamos para los demás.
@Paco_Cervera