Imaginemos un proceso que consistiera en que cada año las personas, en un acto de transparencia, nos presentáramos ante un respetable, e hiciésemos un análisis de nuestros actos, tanto buenos como malos, que durante el año hemos realizado. Nos encontraríamos con dos grupos diferentes (al menos):
– Personas que han actuado lo mejor que han podido y presentan sus resultados, tanto buenos como malos, y además en relación a unos objetivos marcados anteriormente. El proceso serviría para modificar comportamientos o también, por qué no, objetivos. las personas resultantes serían mejores.
– Personas que no se creen el proceso y que presentan una información sesgada, adornada, construyendo maravillosas historias para cumplir unos objetivos realmente ambiciosos. En la mayor parte de los casos, no vienen ellas mismas al acto, envían a un relaciones públicas en su nombre. La utilidad en este grupo radica en el simple paso de un trámite anual, al que le puedo sacar algo positivo para mí. Las personas resultantes no ha sufrido ningún cambio, por lo menos a positivo.
¿En qué grupo te situarías tú? ¿En cuál preferirías que se situaran los demás?
Espero que la respuesta sea «el primer grupo», porque estábamos hablando de un acto de transparencia, y TRANSPARENCIA SÓLO HAY UNA.