En el texto que escribí titulado “Democracia y Mercado”, reflexioné sobre si estos conceptos eran sinónimos, o mejor dicho, si la democracia era una característica de lo que se conoce como economía de mercado. Después de diferenciar ambos conceptos, me gustaría plantear la situación siguiente. Es normal quejarnos de las empresas que contaminan, que obtienen muchos beneficios, que despiden a sus trabajadores, y otros casos de la misma índole. Decimos que las empresas deben ser más socialmente responsables y asumir sus deberes como ciudadanas. Pero, y la sociedad,
¿QUÉ SE NOS PUEDE EXIGIR A NOSOTROS COMO CIUDADANOS?
En nuestra cultura, es muy frecuente criticar lo que los demás hacen mal, pero no aceptamos de igual forma las críticas a nuestros trabajos. El sistema político en el que vivimos es la DEMOCRACIA, donde el poder radica en el pueblo, y donde una persona vale un voto (teóricamente, puesto que después vienen los métodos de reparto). Cada cierto tiempo, tenemos el DERECHO de mostrar nuestra disconformidad o conformidad con la gestión de nuestros representantes, ¿cuál ha sido el porcentaje de participación en las últimas elecciones locales? 66,23% La respuesta se debe interpretar en cuánta gente ha decidido ejercer su DERECHO al voto, o bien, si han decidido ejercer su deber como ciudadano y no comportarse como un Polizón (free-rider), que además, después, critica lo que otros han elegido.
No sólo debemos reducir nuestra función en la sociedad a si vamos a votar o no. ¿Cuántas personas pertenecen a alguna asociación pública o privada, equipo de deportes, sociedad musical, gastronómica, participan de las fiestas municipales como lo que somos, seres sociales?
Cuando lanzamos la basura, cuando cogemos el coche para desplazarnos unos pocos metros, cuando echamos el aceite en el fregadero, cuando dejamos la luz encendida, mil ejemplos, ¿alguien piensa en los demás? Si los demás lo hacen, yo no voy a ser tonto, ¿no? Igual sería más correcto de la siguiente manera, si los demás son tontos, ¿tú también lo eres?
Encima tenemos la caradura de exigir a los demás aquello que nosotros no hacemos. Es muy fácil pedir que las empresas no contaminen, que concilien la vida laboral y familiar de sus trabajadores, que tengan en cuenta las pretensiones sociales de los grupos de interés; pero, ¿tú lo haces?
Esta reflexión es bastante superficial, aunque me sirve para valorar realmente lo que significa para las empresas el esfuerzo de volverse Socialmente Responsables. Está claro que algo sacan en su beneficio, sino no lo harían, pero también ganamos todos. De igual forma, si dejamos de comportarnos de la manera que lo estamos haciendo y entendemos que el vivir en sociedad requiere de mayor implicación en actos, que en definitiva nos van a beneficiar a nosotros y a los demás. Se ganará en legitimidad en nuestras reclamaciones y será, entonces, cuando podamos exigir lo que nosotros hacemos.
Para finalizar me gustaría hacerlo con una frase de JF Kennedy, que acostumbro a repetir a mis alumnos cuando no se esfuerzan:
“No preguntes lo que el Estado puede hacer por ti, sino que es lo que tú puedes hacer por él”.